Señor Dios, te damos gracias porque nos haces partícipes de tus maravillas;
te alabamos por los dones de tu amor y te bendecimos por la amistad que nos concedes vivir en torno a tu mesa.
Que esta comida en sencillez de corazón y en alegría sea profecía del banquete del reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Después de la comida
Nos hemos saciado, Señor, con los bienes que nos has dado, cólmanos también de tu misericordia.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Hoy que sé que mi vida es un desierto,
en el que nunca nacerá una flor,
vengo a pedirte, Cristo Jardinero,
por el desierto de mi corazón.
Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.
Para que nunca ahoguen los fracasos
mis ansias de seguir siempre tu voz,
pon, Señor, una fuente de esperanza
en el desierto de mi corazón.
Para que nunca busque recompensa
al dar mi mano o al pedir perdón,
pon, Señor, una fuente de amor puro
en el desierto de mi corazón.
Para que no me busque a mi cuando te busco
y no sea egoista en mi oración,
pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra
en el desierto de mi corazón.
Amén.